AUTOESTIMA – Parte II (continuación)
AUTOESTIMA – Parte II (continuación)
Mario H Romano, Doctor en Psicología
Habíamos señalado que autoestima se basa en una vivencia y percepción íntima: qué siento y pienso de mí, diferenciado qué sienten y piensan los demás. Consideramos “natural” cuando es moderada, trófica. Se nutre de haber sentido en su familia de origen amor desinteresado y no posesivo. Amor protegido y no sobre ni des-protegido. Aprendió a confiar en sí mima/o por estímulos del hogar, docentes y adultos de referencia. A través de ellos valores éticos, compartir el bien común y el respeto “al otro” como partícipe de su propia vida (cada persona es en parte resultado de los vínculos que establece). Estima de sí se nutre en el desarrollo de capacidades por medio del esfuerzo personal. Consciencia de aptitudes y límites propios, y ver los errores como oportunidad de conocimiento y aprendizaje de la realidad. También se alimenta en resolver temores imaginarios y ejercer criterios fundados en discernir, pensar, y aprender a resolver “obstáculos” según edad y circunstancias. Aprender a responsabilizarse y hacerse cargo. Es mucho? Sin embargo en tiempo y forma gran parte de estos factores integrados alimenta nuestra autoestima. Cuando el amor propio se siente herido es porque afecta una parte “importante” o significativa de nosotros mismos. Entonces cabe la pregunta ¿por qué me afectó?, invita hacer la pausa, pensar, reflexionar y reconsiderar nuestra autoimagen. Virginia se siente preocupada por actitudes rebeldes de su hija pero se siente mal porque no es la “madre perfecta”, el modelo que se había formado para contrarrestar frustraciones que había tenido con su madre. Errores, equívocos, límites nos confrontan con esa otra autoimagen que muchas veces nos cuesta reconocer. Cuando lo hacemos aplicamos ese ejercicio tan singular de auto-aprender, y hacer mejor sintonía con nuestras cualidades y límites. Para crecer, madurar ¿por qué no? hasta el final de nuestros días. En cambio cuando la autoestima ha sido básicamente dañada en la infancia y adolescencia deja carencias significativas. Por ejemplo si se fomentó una imagen de “grandeza”, figura “central” consentida y siempre “justificada”. O su opuesto desaprensión, desinterés, dejadez porque “no valgo para que se ocupen de mí”. Efecto de los excesos. “Franja de vida”: ni un polo ni el otro. Suele decirse que los extremos “distorsionan”. Aquí también. Y quién da con la dosis adecuada? El buen gourmet aprendió a medir las proporciones. Igual que padres atentos cuando se ocupan de enseñar con criterio. Nutrir con alimento, cobijo, afecto, apoyo, incentivos, límites necesarios y generar autonomía suficiente para que los hijos puedan desenvolverse en la vida. Nadie dice que es fácil. Ayuda el deseo, sentido común (“el menos común de los sentidos”) y dosis de adultez. Ahora una pausa. Intentaremos ver ¿qué ocurre cuando quedan abiertas heridas narcisistas y alteran la autoestima? (Continua)
Muchas gracias Mario !!! Muy bueno
ResponderBorrarExcelente claridad y un suave desarrollo del tema que invita a esperar el próximo capitulo.
ResponderBorrarExcelente!
ResponderBorrarEl formato blog requiere condensar conceptos y el propósito es que motive pensar. Gracias
ResponderBorrarMuy "movilizador",este espacio.♡Gracias Mario.Puedo comprometerme conmigo misma a traves de la vivencia, de la percepcion,a "desplegarme"
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