¿LÏMITE? ¿CUÁL?
¿LÏMITE? ¿CUÁL?
Mario H Romano, Doctor en Psicología
Estafa, corrupción, chorreo, malversación, fraude, se han
incorporado a nuestro léxico habitual en situaciones diversas de nuestra vida
cotidiana, entre ellas, medios y
noticias.
Transgreden expectativas éticas incorporadas en la cultura
del tejido social. Denuncian el carácter nocivo de conductas que benefician a
uno, o a pocos, en perjuicio de alguien, o muchos.
Sostenidas en la complicidad de un sistema judicial lento,
tardío e ineficaz para evitar un daño mayor en los damnificados.
“El que las hace las
paga” suena como eco
retórico de una frase ajena a los tiempos actuales. Podemos asociar a códigos
disueltos reflejados en el “mundo líquido” de Zygmunt Bauman, filósofo.
“Me estafaron con mis ahorros y no encuentro modo de
recuperarlos. Detuvieron la obra y se declararon insolventes, me dijo el
abogado”. Teresa
había comprado su unidad en un edificio en construcción. “No me devolvió el dinero que le
presté!” expresa con decepción Federico por la actitud de su amigo, “y no
creo que lo recupere”. “Estafa al Estado Provincial” anuncia el
periódico por una licitación de insumos en un hospital del conurbano
bonaerense, etc.
Vivir y apropiarse del esfuerzo ajeno. Centrado/a en el narcisismo
exacerbado del exclusivo beneficio personal. Sin pesar (ni culpa,
remordimiento) por los efectos nocivos que va produciendo. Protagonistas ciegos
del sentido oculto de pulsiones desmedidas. Vacíos del significado que su
entorno espera y que ellos por sus códigos internos no tienen. ¿Por qué lo
hacen?
¿Cuántas veces no lo vemos reflejado en nuestra vida
cotidiana? Manipular la confianza previa para interés sexual, parental,
económico. Abuso de poder conferido en el vínculo afectivo, sanguíneo, social.
Funcionarios de turno, algunos “eternos”, se apropian del “Estado que es de
todos” -frase clisé- para beneficios particulares y sectoriales.
Ejercicio de influencia que desnuda cómo se subestima o
descalifica la lucidez, idoneidad y libertad del otro. La pasividad o falta de reacción de los afectados aumenta la
complicidad que no se resuelve.
Cuando el límite no es claro porque no está explícito (anomia)
o no se cumple, desborda e invade como un río el malestar que genera, alterando
el sentido de legítima igualdad. “Estudié y me esforcé mucho, y al fin y al
cabo Julia hizo cebo todo el año pero igual pasa de grado…. dicen que ningún
alumno debe repetir” le explicó Dana a su mamá cuando regresó de la
escuela.
¿No somos responsables en nuestra vida personal y social de límites
que no establecemos?
Muy interesante las reflexiones y muy cierto .
ResponderBorrarRecordé aquel dicho"Todo tiene un límite ". Ojalá como sociedad podamos vislumbrar lo que ello significa, más allá de lo individual.
ResponderBorrarGracias por tus preguntas, invitan a reflexionar ....
Excelente reflexión!
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