DEFENSAS de BARRO
DEFENSAS de BARRO
Mario H Romano, Doctor en Psicología
“Y
ahora ¿quién podrá defenderme? ¡Chapulín Colorado!”
tira televisiva
dirigida y protagonizada por Roberto Gomez Bolaños.
“¡Mamá,
papá, abuela…!” eran amparo familiar en
la infancia ante un mundo desconocido. Sabíamos a quién acudir frente a
incertidumbres o circunstancias dolorosas. O el ángel de la guarda velando
nuestra vida espiritual.
Como adultos
lo transferimos a las organizaciones como estructuras defensivas. Frágiles y
vulnerables buscamos a veces como niños algún nivel de contención manifiesta o
disimulada en una pareja, grupo, institución, nido partidario, creencia, secta,
cofradía.
En nuestras
costumbres colectivas proyectamos el amparo materno en un eslogan “el estado me
cuida”, como vaca lechera que amamanta en forma indefinida. Aunque los campos
donde pastorea sus ingresos estén cada vez más secos. “Martín logró entrar en la planta
funcional de la municipalidad. ¡Ahora me quedo tranquila! Sabemos que el
trabajo en el estado es seguro…pase lo que pase…ahí estará…” comenta
Luciana a su cuñado.
El problema
es cuando el exceso afecta al conjunto del
tejido social.
Si el eje
constitucional de una democracia se debilita por violaciones acumuladas en el
tiempo, no es extraño que las organizaciones se desvíen de los objetivos
fundacionales que les dieron orígen, y operen en muchos casos para beneficio de
exclusivos intereses personales. Iglesia y Fuerzas Armadas han sido clásicas
instituciones protectoras para quienes ingresan en ellas. Hoy se les suman los gobiernos electos que
asumen transitoriamente los destinos del Estado y se adueñan, lo hacen propio. Protegen
con sus poderes omnímodos adversidades económicas y jurídicas de sus
funcionarios. Fueros, excepciones de privilegio, presupuestos reservados,
amparos de retiro. Los gremios fuertes también resguardan a sus dirigentes aún
con comportamientos erráticos, transgresiones ilegales, delitos. El solo hecho
de pertenecer genera protección.
Desnuda la
crisis ética en la que estamos mareados, distantes de aquella actitud de muchos
fundadores de la Patria. “Mi superioridad solo existe en el acto de
ejercer la magistratura, que se me ha confiado; en las demás funciones de la
sociedad soy un ciudadano, sin derecho a
otras consideraciones, que las que merezca por mis virtudes” Mariano
Moreno “Sobre la Misión del Congreso”
Ejercer
poder, tener dinero, bienes, adueñarnos
de tecnología, cultivar estudios, pertenecer a una organización pueden ser medios para mejorar la vida en su
integridad bio-psico-social.
Cuando se
desvirtúan se transforman en defensas cerradas. Enajenan los fines que persiguen para ocultar frustraciones no resueltas o resguardar intereses narcisistas. Entonces desvían su objetivo.
Enajenan, lastiman, destruyen.
Somos
temporales, tenemos conciencia (a veces anestesiada) de finitud y desamparo
ante las adversidades de la naturaleza, enfermedades, pandemias, violencia,
indigencia estructural y ambiciones de poder fuera de la ley. Marco de incertidumbres
naturales y otras socialmente construidas.
Desnuda
nuestra posición existencial. Recuerdo que mi padre decía “no me consultaron para nacer”,
que luego interpreté como “me trajeron aquí, y aquí estoy”. El
filósofo Soren Kierkegaard le dio el sentido de angustia existencial.
Frente al desamparo el desafío evolutivo social es integrar y convivir regulados por una Constitución, cuyo cumplimiento neutralice ambiciones desmedidas de grupos o individuos que amenazan la vitalidad del conjunto. Garantizar libertad en igualdad de derechos y obligaciones.
Resolver el desamparo a nivel personal consiste en sintonizar con nuestra verdad. Búsqueda que implica reconocer atributos, cualidades pero también nuestros límites, regulando el sentido de omnipotencia infantil que conservamos. Conocernos,
aceptarnos, aprender a amarnos, a tratarnos bien a nosotros mismos y a los demás. Desde
nuestro interior conciliar pulsiones y deseos, desarticular repeticiones ciegas
que nos dañan, resolver miedos
imaginarios y regresivos que paralizan y coartan nuestros grados de libertad.
Nos
autoengañamos cuando solo nos aferramos a corazas defensivas externas para
calmar malestares internos.
O como
sociedad cuando naturalizamos transgresiones que afectan y distorsionan el
destino común, saboteando el presente y el horizonte que tenemos por delante.
“El Estado es parte de
la sociedad que lo crea, y no al revés”, Tomás Abraham, Filósofo, La Empresa de Vivir,
Editorial Sudamericana.
Del orden de la Excelencia!
ResponderBorrarBuenísimo , qué interpretación de la actualidad. Da la posibilidad que cada uno analice desde su interior
ResponderBorrarGracias Mario. Es una buena síntesis de lo que nos pasa. Cómo salimos de esta?
ResponderBorrarMario qué buen análisis. Me gustaris saber cómo hacer para que la sociedad argentina ,en su mayor parte,deje de autoengañarse y que no naturalice trangrasiones que sfectan al bien común actual y futuro.
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