DESTRABAR

 DESTRABAR

Mario H Romano, Doctor en Psicología

 

Repetimos actitudes que nos generan malestar.  ¿Las hemos naturalizado?

Algunas evidentes. Otras sutiles, imperceptibles, pequeñas. Pero gravitan como “peso” interno.

Gladys respecto a su pareja: “Siempre tomo la iniciativa… debería esperar ¿no?, y ver qué hace…porque así no me siento bien”. Sergio plantea: “En la peña de los jueves siempre hago el asado. Llego primero, me cambio de ropa, enciendo el fuego, preparo la carne…pero no lo disfruto como antes…me pesa”

Malestar por complacer,  sin placer. O modos que nos disgustan, pero aun así repetimos sin modificar.

“…  me cierro,  y después a solas me doy cuenta que la otra persona dijo algo sensato, con criterio…pero me cuesta aceptarlo. Quiero cambiar, ver qué me pasa, por qué lo hago…”

Muchas veces respondemos con posturas “fijas”.

“En una reunión permanezco en silencio hasta “asegurarme” de expresar algo que valga la pena. Me preocupo por quedar bien… ¿y para qué? Me quita espontaneidad…lo sé.”.

Abandonar aquello que no satisface, desabrochar chalecos anímicos comprimidos, soltar detalles tóxicos. En algunos la respuesta creativa será hablar, expresar. En otros “contar hasta diez”, no interrumpir. O aprender a pedir,  aceptar límites, atender/se  y no postergar/se, etc.

Cada persona es capaz de percibir el malestar que ella misma sostiene, y no suelta.

¿Por qué conservo actitudes que no favorecen?

El riesgo es repetir respuestas automáticas que generan algún grado de malestar. A nosotros mismos, o a otros. “¡Si claro!, ¡me enojo cuando no me dan la razón! …y después me siento mal… parezco una chiquilina, me doy cuenta que necesito madurar”, señala Guillermina de 42 años al terminar una sesión.

¿Qué me disgusta de mí, y sin embargo repito?

 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

MADRE

REMEDIO para DEPRESIONES

CAMBIO y SALUD