PROCRASTINAR
PROCRASTINAR
Mario
H Romano, Doctor en Psicología
La palabra procrastinar circula hace un
tiempo en medios académicos y públicos. Es un vocablo español que proviene del latín “procastinare”,
y significa diferir para otro día
las cosas que se pueden hacer en el presente. Opuesto a la máxima popular “no
dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
No deja de ser común postergar
el inicio de una actividad, la presentación de un informe o un tema a resolver.
Es
una dificultad cuando prevalece en temas importantes.
Sea por temor, comodidad estática o
desinterés, traducen una actitud o conducta donde queda encapsulado el núcleo
de un anhelo o inquietud original.
Varía según el grado de motivación,
necesidad y deseo que configuran la propuesta original.
Las tareas dilatadas se acumulan suspendidas como carga adicional: “Lo fui estirando y estirando… me
inquietaba pero no resolvía…al fin y al cabo el motor se quemó. Ahora no tengo
agua. Estoy enojada, ¡sí!”.
En algunos casos aplazar produce vivencias
culpógenas por los efectos que produce. “No declaré en su momento. Creí que tenía
tiempo. Me pesa que mi compañera saliera perjudicada…” confiesa Andrés
luego de un conflicto laboral.
Esteban con tendencias perfeccionistas
le costaba empezar una tarea por miedo a no finalizarla, o temor a equivocarse.
Otras veces se
procrastina porque el trabajo es complejo y no se está dispuesto a intentar el
desafío.
Postergar consciente o inconscientemente,
es también decidir.
Nuestras inclinaciones neuróticas nos llevan a justificar situaciones
que dejamos abandonadas. Por ejemplo: racionalizar (argumentar fuera de la realidad), negar (anestesiar
algo que duele o amenaza nuestra autoestima), proyectar (el responsable siempre es
el otro), o evitar (eludir, mentir, escapar).
Siguiendo a Castilla del Pino(1), al definir un acto o “momento practico fundamental”, se pueden considerar algunas orientaciones prácticas.
Si percibimos que algo es urgente,
importante y necesario tratamos de “tomar
cartas en el asunto”. En la casuística clínica se observan estas conductas cuando
se perciben amenazas en la salud, las ocupaciones laborales, y los vínculos. Siempre y cuando nuestros radares funcionen para darnos cuenta.
Cuando consideramos que es importante
pero no urgente, se abre una opción interesante para resolver mejor. El
riesgo es “dormirse en los laureles”, y decidir tarde. Y luego lamentar la
pérdida de lo que suponíamos garantizado.
Y si vemos que no es importante y
urgente podemos anular lo que teníamos previsto, y canalizar nuestras
energías hacia otras propuestas más interesantes.
Una reflexión final permite considerar que al decidir es útil no quedar
condicionados por presiones internas
como el “yo debo” a secas, siempre ciego y arbitrario. Y subestimar el deseo,
motor de inquietudes vitales.
A su vez no quedar sugestionados por presiones
externas que empañen nuestra libertad interior.
(1)Carlos Castilla del Pino, Un Estudio
sobre la Depresión, Ediciones Península, Barcelona, 1972 Krogerus, Mikael, “El Libro de las
Decisiones” (Spanisch Edition), Editorial Pluma y Papel, 2013
Doc yo no tuve una adolescencia con lujos a los 10 años mi mamá me sentó en la masa y me dijo con cara muy seria .....mira si querés rropa sapatillas y otros Gustos búscate un trabajo comida no te va a faltar lo demás es cuenta tulla así que me busque tres trabajos uno ayudante de mecánico ala tarde después de la escuela otro llevar agua a los floreros y barrer las tumbas del cementerio y las domingos a la tarde alquilar visichetas en la julio a rocae en épocas que todo era de tierra nosotros somos de la generación del orden y el respeto sin ninguna duda hoy la sosiedad está en un estado lamentable .me causa mucha tristeza y descanso
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♡Gracias,Mario,por brindarme herramientas para "mantenerme consciente",de mis decisiones.
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