DESEO DESESTIMADO
DESEO DESESTIMADO, o las pérdidas como límites.
Mario
H Romano, Doctor en Psicología
A nivel psíquico interpretamos que entre salud y
enfermedad hay solo una cuestión de grados. Nadie de modo absoluto se encuentra en
un extremo u otro de la escala. De modo que convivimos entre un bienestar cuyo predominio procuramos que
prevalezca, y tratamos de reducir la vivencia de malestares que obstaculizan
nuestra calidad de vida.
No vamos a tratar el tema de los trastornos depresivos
distimicos, endógenos, ciclotímicos, bipolares, melancólicos. Tampoco las depresiones
ante la muerte de un ser querido por diferentes causas, naturales, accidentales
o violentas que la provocan, y cuyos duelos varían en intensidad, curso,
duración.
Vamos a considerar en este breve artículo, aquellas
pequeñas manifestaciones que forman parte del metabolismo anímico ante pérdidas
habituales de transitar en la vida.
Son interesantes de registrar porque nos dan un reflejo menor de lo que
puede suceder en formaciones sintomáticas más intensas y durables. Un desánimo,
tristeza, desgano, irritabilidad y cansancio transitorio no es igual a un
cuadro depresivo, continuo y resistente.
Para decirlo en términos sencillos depresión es
presión hacia abajo. Traduce un descenso anímico, físico y con repercusión
vincular porque no olvidemos que somos sujetos bio-psico-sociales.
La energía inhibida
queda encerrada en las tensiones
ahogadas que la retienen. Ansiedad y
angustia difusa que se reflejan en
el malestar condensado que no logra desatarse, y por lo tanto se anuda sobre sí
mismo. Vivencias replegadas, pensamientos acotados, rígidos y esquemáticos.
Queja, estima deshilachada, abatimiento y desgano.
Cuando esto ocurre es apropiada la consulta con un
psicólogo calificado para entender de qué se trata, trabajar sobre la causa o
motivo que la provoca, y encontrar respuestas propias, únicas, singulares que
permitan entender la dinámica de lo que está ocurriendo. Si el cuadro es más
agudo cabe ver a un psiquiatra para disponer de un fármaco adecuado que ayude a
remitir los síntomas, y estar en mejores condiciones para ayudarse a sí mismo.
Volvamos sobre lo anterior. Es natural vivenciar
desazón y tristeza ante una pérdida o desprendimiento vincular, material e
incluso simbólico. Puede estar acompañado de broncas, tensiones, incluso
angustia, pero en general son reactivas (en respuesta) a la situación que se
vive.
En lenguaje popular se traduce como “estoy
con un bajón”.
El motivo básico de estas descompensaciones anímicas
es el desenlace de algo no deseado. Según la naturaleza del mismo será la
tristeza.
“Tengo
una laringitis aguda y no puedo actuar. Postergué dos funciones. Estoy parado
en la nada, espero curarme… ”.
“Mi
jefa bajó mi calificación laboral… ¿podés creer?... ¡al principio sentí una
bronca!…no le debo caer bien… ahora me desinflé…”
“Lamento que nos separemos… dice que no está
segura de sus sentimientos… ¿qué puedo hacer?”
“¡Desilusionada!
Creí que me tenían en cuenta, pero al fin y al cabo enseguida me reemplazaron…”
Algunas penas se generan por desencantos originados
en expectativas que no se cumplen. “Me siento un poco perdida… no sé…sacó el
pasaje para Canadá, y no me queda otra que aceptar su decisión... es mayor de
edad”
Las pérdidas amenazan el sentido de autoestima. Cada
una de ellas moviliza nuestro propio narcisismo, el valor de sí. Subjetividades
que reflejan “no me tuvo en cuenta…”, “¿no valía entonces lo suficiente?”, “¡qué
decepción! No tuvo confianza en mí…”, “Me reprocho no haber terminado la
carrera… cada tanto sueño que estoy en la facultad… sí, y me despierto con un
sabor amargo…”
Cada
pérdida necesita un duelo, es decir, un tiempo interno para aceptar,
entender y asumir un desprendimiento. Las
pérdidas no procesadas pesan. Las broncas también.
“Si
hoy la encontrara la seguiría insultando. Me estropeó la vida”. “No hay día que
no me acuerde del accidente. Por suerte nos salvamos todos, pero lamento por la casa rodante… no la recupero más.”
Un punto es aprender a soltar, o seguir lastimándonos por las heridas que retenemos.
Deseo
vs realidad es un proceso dinámico que desnuda el
sentido profundo de las pérdidas entre lo que hemos anhelado y ya no es, o no
está.
Ayuda percibir de qué modo por acción u omisión somos
protagonistas de pérdidas o extravíos que vivimos. Nos evita encerrarnos en el exclusivo papel de víctimas.
Otra mirada es des-centrarnos de nuestro propio
ombligo y ver las cosas tal como son, incluido los demás. Es posible descubrir
semejanzas pero también diferencias, y reconocer otras respuestas distintas a las
que esperamos. ¿Por qué no pueden ser tan válidas como las propias?
Hay pérdidas que son inevitables en el camino de la
vida. Forman parte de nuestra condición humana. No dejan de ser una fuente de
aprendizaje para reflexionar. Y en muchas situaciones para cambiar. Representan
límites que nos desafían a conocernos un poco mejor.
Referencias
André
Green, “Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo”, Amorrortu
Editores, Bs As. 2da ed, 2011
Luis
Hornstein, “Las depresiones, afectos y humores del vivir”, Paidós, Bs As, 1ª
Ed., 2006.
GRACIAS MUY BUENO!!!
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