OMBLIGO IMAGINARIO

 OMBLIGO  IMAGINARIO

Mario H Romano, Doctor en Psicología

 

¿Estará de acuerdo con alguien, quien esté en desacuerdo consigo mismo?                        

                                                     Erasmo de Rotterdam (1)

 

 

 

En la clínica pueden observarse perfiles de personas expuestas a sentir con mayor intensidad las situaciones que viven.

Unas con tendencias hipersensibles tanto a situaciones placenteras, como conflictivas.   

Exageran los momentos agradables, pero también los displacenteros.

En general están centradas en sí mismas, y desde su ombligo traducen goce o dolor más allá de los hechos que viven. Incluso no perciben con claridad los deseos, aspiraciones o necesidades de quienes están a su lado.

 

A veces idealizan demasiado, desencadenan conductas pseudomaníacas y se llevan el mundo por delante. “Si acepta la propuesta nos va a ir muy bien, no habrá quien nos pare e iremos más lejos de lo que muchos suponen…”  

En otros momentos, también condicionadas por lo que suponen, actúan impulsivamente y si el resultado no es como esperaban, se deprimen. “Cuando discutimos reaccioné mal y me fui de casa pensando que me iría a buscar. Estaba convencida. Pero no lo hizo. Ahora estoy destruida, amargada, tengo miedo que se fije en otra mujer… yo lo sigo queriendo...”

 

Otras personas encuentran la oportunidad de victimizarse a través de situaciones de incertidumbre que encuentran en el camino. Elucubran, rumean, suponen, y se sugestionan temerosamente con pensamientos amenazantes. Necesitan llamar la atención y transmiten su malestar para permanecer en el centro de la escena. “¡Cómo sufro por el noviazgo de Dana!... a veces no duermo, tengo palpitaciones, estoy intranquila… ella no me escucha… ya tiene 35 años… ahora se quiere mudar… no sé cómo lo voy a soportar… ¿Vos sabes lo que es estar en mi lugar…?”   

 

Estas conductas, con sus diferentes grados y matices, revelan un productivo caudal imaginario. Es el primer indicador que podemos observar.  

El segundo es la disminución de objetividad. Por ejemplo, dar por sentado lo que aún no es. “Estábamos entusiasmados en terminar la cocina y la galería, hacer el pasillo y poner los azulejos en el baño, pero lo único que pudimos hacer fue cambiar la puerta de entrada. Nos dormimos un poco porque el dinero lo teníamos. Ya nos veíamos viviendo aquí, pero esta situación (se refiere a la económica) nos frenó…”  comenta Mariel  junto a su pareja.

 

O posponer demasiado una decisión (procrastinar) cuando existen las condiciones favorables para concretar un proyecto. “Hubiese sido ideal viajar el año pasado…  nuestros amigos nos decían por qué no lo hacíamos… pero ahora con el accidente de Andrés es imposible…” explica Cecilia con el paquete turístico en mano.

 

 

Estos simples registros nos permiten extraer algunas conclusiones prácticas.

·       Superar el atávico ombligo narcisista consiste en salir del encierro, de la mirada única y exclusiva. Sgnifica escuchar, prestar atención a otras opiniones y criterios, y abrirnos a otras propuestas.

 

·       Relajarnos ayuda a des-dramatizar y reducir tensiones y ansiedades, y facilita “bajar a tierra”. Hoy día se conocen varios recursos técnicos para lograrlo. Mindfullness, yoga, masajes, hidroterapia, caminatas, etc.

 

·       Es un ejercicio útil discernir y contrastar lo que suponemos con los datos existentes en la realidad. Los hechos “hablan”, comunican, son fácticos, tangibles, evidentes. Nos ayudan a desnudar los contenidos imaginarios que creamos donde también se filtran miedos y deseos.

 

·       Detectarlos y comprenderlos nos permite conocernos mejor, resolver  autoengaños, y sincerarnos con nosotros mismos, y con la realidad.

 

(1)             Erasmo de Rotterdam, Elogio de la Locura, Bureau Editor, Bs As, 2000

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