AFECTO, ESTÍMULOS y LÍMITES
Mario H Romano, Doctor en Psicología
Una vez me preguntaron en una charla para padres, ¿un
niño, qué necesita de su familia?
Recuerdo que respondí del modo más claro y simple
posible que, además de satisfacer sus necesidades materiales básicas, amor
expresado en tres niveles: afecto, apoyo y límites.
Acto seguido les propuse que se organicen en
pequeños grupos, y aporten opiniones sobre el tema. Como resultado del
intercambio, llegaron a conclusiones muy operativas para ellos. Y constituyen
el contenido central de este artículo.
Afecto
expresado en palabras, cariños, gestos, y actitudes en el diario vivir. El plato
de comida puesto en la mesa, la ropa limpia, los elementos necesarios para ir a
la escuela, acompañarlos o esperarlos, etc, son también actos de amor. Los
niños lo saben. Aprenden lo que viven, observan, ven, más allá de lo que se les
dice, y se les proclama. Y escucharlos. Dicen mucho en pocas palabras.
Rescato el comentario de una mujer octogenaria,
lúcida, vital “…creo que ser felices y
vivir bien, no depende de la riqueza sino de la sensibilidad para criarnos con
ejemplos, y exigencias” (1)
Un error es quejarse de la crianza de los hijos como
una carga y obligación, aún en aquellas situaciones difíciles que se atraviesan,
sean de orden personal, social o económico. Los hijos no eligen nacer.
Es recomendable también favorecer la interacción con pares y amigos. Ayudan a madurar.
Estímulos
que se traduce en aliento, incentivo, orientación para que puedan
probar, explorar y canalizar sus inquietudes. Que puedan escuchar los criterios
de otras personas pero respetando lo que sienten, y sin dejarse influir por presiones de terceros.
Respecto a los límites
que sean claros y no confusos o dubitativos. Sobre todo el sentido y
significado que representan para una mejor calidad de vida. Su carácter es preventivo
ante situaciones de riesgo, y a la vez
instrumento de aprendizaje para transitar un camino, consolidar un propósito,
lograr un objetivo deseado.
Límites con fundamentos, explicados,
conversados. No límites vacíos, absurdos, nebulosos.
Y todo con el mayor respeto posible. Buen trato, firme cuando es necesario, pero sin agresiones, insultos, o amenazas estériles que solo desnudan torpeza y fragilidad por parte de quienes lo expresan.
Y cuando los padres se equivocan, porque se equivocan, reconocerlo. Y pedir disculpas. Dar el ejemplo forma parte del proceso formativo. Entonces estarán en condiciones de pedirles a sus hijos que hagan lo mismo.
PARTE II
¿Podemos aplicar estos criterios con nosotros mismos?
Pensemos: darnos afecto, estímulo, y resolver la cuestión de nuestros límites.
Afecto
Es respetarnos y ocuparnos de atender nuestras necesidades, gustos y preferencias.
Es no juzgarnos y criticarnos ciegamente. Es adquirir consciencia de lo que vivimos, y tratar de comprendernos.
Es prestar atención a nuestra salud física y bienestar anímico. Es disponernos a buscar una consulta cuando lo sentimos necesario.
Es cultivar sentimientos positivos, desarticular resentimientos, broncas acumuladas y querernos como somos, con nuestros más y nuestros menos.
Es aprender a estar solos y vivenciar nuestra compañía.
Es también saber estar con otros, escucharlos, sintonizar el pulso de lo que piensan y sienten.
Estímulos
Es identificar lo que nos hace bien y obrar en consecuencia.
Es rescatar lo que hacemos y valorar lo que logramos.
Es fomentar nuestro crecimiento personal en actividades e iniciativas que nos ayudan a vivir de acuerdo a nuestras necesidades e intereses.
Es alentarnos a explorar respuestas que deseamos conocer.
Es inclinarnos a favor de cambios posibles que podemos asumir,
Limites
Es reconocer hasta donde podemos perseguir algo, sin dañarnos.
Es prevenir los efectos nocivos de situaciones amenazantes.
Es aprender a no dejarnos influir por miedos imaginarios, sin fundamentos.
Es detectar tensiones internas, y saberlas regular. Y si podemos, saber por qué se producen. Ejercicio útil para conocernos mejor.
(1)Olinda
.E. E., Médica jubilada, lectora de este espacio.
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