SECUESTRO
Mario H Romano, Doctor en Psicología
Asociamos secuestro a un encubrimiento y complicidad
de robo e imposición violatoria de libertad. Se aplica sobre alguien indefenso,
frágil, o en condiciones vulnerables.
Por ejemplo el caso Loan en Corrientes es el
referente de atención pública y periodística de estos días. Sabemos, y es muy lamentable, que es uno
entre muchos. Y desnuda un síntoma emergente de patología institucional y social.
La transacción
por un rédito económico es uno de los móviles centrales en la trata de
personas, o cualquier nivel de explotación humana, e incluso la adopción fuera
de los caminos legales establecidos. Y no es solo el vil metal de una economía
de mercado.
Hay profundas raíces arcaicas y pulsionales de
manipulación y sometimiento para satisfacer necesidades narcisistas y de poder
arraigadas en la naturaleza humana. ¿O antes en la historia no sucedía?
Cada sociedad crea las condiciones más o menos
favorables para que estas operaciones ocurran.
Son más frecuentes en un estado con sospechosos e incluso inoperantes desempeños institucionales, y vulnerables en el cumplimiento constitucional
de sus derechos y obligaciones.
Y la otra cara combinada del malestar en la cultura
es que declamamos valores que son frágiles en la realidad tangible. Es otro
modo de ocultar o disimular lo que no
asumimos mediante mecanismos defensivos de hipocresía.
Abramos nuestra mente y ampliemos el concepto. ¿No
existen grupos que manipulan con dinero o beneficios secundarios la libertad de
sus integrantes, o secuestran sueños y aspiraciones con promesas que nunca se
cumplen?
La educación y la ética en la transparencia de los procesos
públicos son antídotos imprescindibles y
necesarios, pero no suficientes.
No secuestremos nuestra conciencia. Pensemos.
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