PRE-VENIR

Mario H Romano, Doctor en Psicología

 

Somos dinámicos seres vivos, y como tales, en permanente movimiento. Desde la frecuencia respiratoria, la sangre expulsada por el corazón en cada latido, el metabolismo celular, la actividad glandular, o el fluir de pensamientos, imágenes, afectos, pulsiones, deseos, nos demuestran la fuerza constante de la energía vital que sostiene nuestra existencia.  

Aun dormidos, los sueños como registro indeleble rescatan esta evidencia. En el mundo onírico nos asustamos o complacemos, y según la intensidad de las emociones en juego aceleramos el ritmo cardíaco, o registramos sudoraciones o sensaciones sensuales placenteras.

 

Estamos expuestos a cambios constantes muchas veces impredecibles a nuestro libre albedrío y voluntad. Una noticia intimidatoria, un resultado adverso, un vacío existencial reactivo a una situación nueva, una agresión inesperada, o el cansancio acumulado por una respuesta buscada que no se resuelve, impactan y modifican la tranquilidad que hasta ese momento habíamos logrado.

Por no decir de aquellos procesos que venimos sobrellevando como dificultades que nos pesan, intranquilizan, nos producen incertidumbre, desasosiego, ansiedad, o angustia.

Cuando percibimos que nos superan podemos descompensarnos, porque las cargas o presiones que representan las sentimos superiores a la capacidad de respuestas que podemos generar. Se refleja en expresiones como “es demasiado para mí”, o “este contratiempo me supera”.

 

Cuando nuestro radar interno detecta estos malestares, podemos echar mano de algunas medidas preventivas. Aquí una síntesis:

a)    La más inmediata es generar una pausa en el ajetreo cotidiano, y como dirían en el campo, bajar del caballo y desmontar.

Instancia para pensar e identificar qué es urgente y postergable, importante y accesorio, y aclarar la confusión que genera “meter todo en la misma bolsa”, tendencia simbiótica y regresiva que naturalmente arrastramos.

Disponer de buena información es una herramienta útil para  diferenciar los hechos de aquello que suponemos.

Lo que imaginamos dice mucho de nosotros mismos. Pero el riesgo es sugestionarse y dramatizar (exagerar más de lo necesario), porque dificulta lo que tenemos que resolver.

Luego con tiempo es imprescindible detectar los temas ficticios que hemos agregado, discernir y analizar su contenido para conocernos mejor.

Si se cree conveniente, la consulta psicológica es de gran ayuda en este proceso.

b)    Atender nuestro cuerpo. Las situaciones ansiógenas y tensionales que nos superan comprometen nuestro organismo. “El cuerpo expresa lo que la mente calla” se refiere a las congestiones afectivas y emocionales sin resolver que se manifiestan a nivel orgánico.

Un chequeo médico puede orientar al respecto.

 

Es buena sugerencia caminar, o hacer algún ejercicio, o practicar algún deporte para armonizar la salud. Además,  facilita que los pensamientos puedan fluir con mayor libertad.

 

c)    Los vínculos generan aperturas favorables para madurar y crecer. Un intercambio positivo con alguien de confianza produce un alivio catártico, y abre espacios internos de reflexión a través de una opinión, sugerencia o un simple comentario.

 

d)    Estar ocupados en base a necesidades e intereses fortalece nuestras capacidades adquiridas, y estimula otras que podemos lograr. Concilia lo que pensamos y sentimos en torno a lo que hacemos. Toda praxis (acción) influye en nosotros mismos, y nos permite modificar el entorno que nos rodea. A cualquier edad.

    Sostener emprendimientos conduce al mismo propósito.

 

Prevenir es mejor que curar, y a nivel personal es el resultado de un buen autoconocimiento. Anticiparse es evitar un daño mayor. Y es fuente de sabiduría para vivir mejor.

 

 

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