VITALIDAD

Mario H Romano, Doctor en Psicología

 

Ser vital es desplegar energía. ¿Para qué? Para responder a necesidades y deseos.

Tres ingredientes.

Primero, un paso necesario es discernir un móvil, fundamentar un sentido, encontrar un significado. La energía disponible necesita estar motivada.

Si el motivo es alto, la fuerza sostiene, puja, se renueva, prevalece. Si es bajo, la fuerza decrece, se reduce, se aquieta.

Nadie sostiene una tarea sin motivo. Ser padres, realizar un esfuerzo, desarrollar un emprendimiento. Pintar. Limpiar la casa. Trabajar.

 

Segundo, es saludable expresar lo que pensamos y sentimos. Cada sujeto a su modo, a su estilo. Y lo hacemos a través de una decisión, un acto, una acción. Hablar, explicar, caminar, besar.

Cuando la mente calla un tiempo prolongado y los afectos se retienen, -aguantar, soportar- el cuerpo suele expresar disfunciones orgánicas, sean cardíacas, gastrointestinales, articulatorias, musculares, cefálicas, eruptivas, etc.

O puede derivar en síndromes depresivos, desganos, mal humor, reacciones impulsivas, insomnio, etc. 

Sucede con frecuencia en personalidades replegadas sobre sí mismas, inexpresivas, o rígidas, poco flexibles. Sostienen energía bloqueada, un corsé que los comprime y asfixia.

O evasivas, lábiles, que niegan y se resisten a reconocer sus vivencias. No buscan respuestas consistentes. “No toman el toro por las astas”. Se dispersan y no resuelven. No aprenden, repiten. 

 

Tercero, vivir conectados, darnos cuenta de coherencias o desacuerdos entre lo que deseamos, pensamos, sentimos y hacemos.

Es el desafío de pensar lo que sentimos. Sentir lo que hacemos. Hacer lo que sentimos. Asumir lo que deseamos.

Es un aprendizaje continuo para concientizar e integrar lo que somos. Y resolver nuestras contradicciones del mejor modo posible.

Para seguir creciendo. 

Es vital. 



 

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